Con cuánta ilusión vengo aquí a escribir un
blog. Un
blog en estos días en los que ya nadie se acuerda ni de leer. Estamos en proceso de extinción pero adheridos firmemente a la causa de las palabras. Escribo, sí, y lo hago sólo porque ellas encierran secretos y algunas veces transmiten lo sublime. Existen también por sus propias razones: tienen texturas, colores y sonidos e intrincadas relaciones que las vuelven objetos entrañables aun cuando no nos digan
nada. O tal vez estoy aquí para ser
famoso. ¡Ja! No olvidemos que la fama, según se ha dicho, consiste en tener al menos a un(a) admirador(a) anónimo(a). Qué va a ser. Bueno tal vez sí o no. O ya no sé. En realidad no importa. Con cada línea que escribimos vamos dejando un trozo de nuestro ser. Ese fragmento lanzado a la interrogación de la vida ya no nos pertenece. Otros lo utilizarán para propósitos desconocidos según la medida de sus prejuicios y anhelos.
Lo único seguro será que, independientemente de lo soporífero de mis escritos y de mis meditaciones, muchos más seres pasarán por esta red de pensamientos que por las líneas de alguno de esos artículos académicos que malamente (y quizás coercitivamente) he escrito. Seré más
famoso aquí entre sujetos invisibles y anónimos. El rockstar que pude haber sido y
no fui.
Escribiré sobre todo. Lo visto, lo vivido, lo recordado y lo olvidado, lo real y lo imaginario: trivialidades y epifanías. Espero poder incluir algo de humor porque a decir verdad soy un tipo serio, pero la vida, como bien me han dicho alguna vez, no es, sino, una
grotesca broma...
Espero que algún viajero se encuentre por lo menos con algún sueño perdido o se reconozca tal vez en este espejo. Porque a decir verdad, vivo o muerto, real o
imaginario, no soy muy distinto ni me encuentro tan lejos de ti.
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