
Mi hermano tenía la costumbre de dirigirme comentarios sutilmente agresivos. Buscaba con avidez mis puntos débiles, que ya conocía, y comenzaba a atacarlos cincelando poco a poco hasta penetrar al interior de mi mente. Ese día regresé de la calle de patinar, llevaba puestos unos patines de línea. Por algún motivo comenzamos a hablar sobre fútbol. Quizás quise referirle alguna impresión o anécdota, ahora me doy cuenta de que durante muchos años estuve buscando su aceptación pero lo único que encontraba en él era siempre rechazo. Esa noche atacó de inmediato el flanco de mi torpeza en los deportes. Yo no tendrían nunca la oportunidad de disfrutar de ningún deporte. Era un inútil, me hizo saber. Pero eso sí, siempre me quedaría la opción de salir a correr. Y se burló.
Salí molesto y confundido a la calle como era su intención. Me encontré con un par de niños más pequeños que yo. Íbamos a chocar y para evitar el impacto tuve que coger su bicicleta por los manubrios. Estaban jugando y no tenían mala intención pero se rieron de mí. Lo que traía acumulado lo escupí en un par de palabras malsonantes que seguramente no se merecían.
Al poco rato llegó el hermano de aquellos niños. Debía de tener más o menos mi edad pero era más robusto que yo (casi todos los eran). Me amenazó y antes de que pudiéramos razonar lanzó un primer puñetazo que no logré esquivar del todo. Yo llevaba todavía los patines puestos y me conectó a la altura de la cabeza. Ante el peligro mis sentidos se agudizaron y logré esquivar los demás. Corrí hasta mi casa para protegerme de la agresión. No se cómo logré abrir el portón y entrar a la casa pero en ello ya había algo de mérito porque el tipo tenía la intención de tirarme al suelo y rematarme a golpes ahí. Antes de entrar a la casa pude sentir el latigazo de una patada mal conectada a la altura de la pierna. Hubo un escándalo en ese instante porque intervino mi madre. Ella vio cuando corrí para protegerme y se enfureció por el ataque visceral ante el cual yo estaba en desventaja. Sacó a colación antiguos rencores hacia la familia de aquel muchacho y le dijo: "Eres un desgraciado igual que tu padre". El chico le respondió con algunas groserías, diciendo que yo ya no era un niño y que tenía cabellos en las regiones prohibidas. Lo salí a buscar y tuvimos algunas escaramuzas. Yo ya no quería pelear pero impulsado, nuevamente por mi hermano, salí con la idea de que debía de proteger el "honor" de la familia. Al final no llegamos a liarnos del todo a golpes pero en medio del escándalo y cuando todo terminó, yo me sentí muy humillado.
Por mucho tiempo pensé que ese muchacho era un cobarde, y lo odié. Y en verdad sí era todo un matón pero había una energía oculta que movilizó aquellos eventos y que en aquel entonces no fui capaz de ver. Ahora comprendo que él, yo y madre fuimos solo piezas de un dominó perverso que alguien más había puesto en movimiento. Hay mucho que se encierra en el tono y la intención de las palabras. La crueldad o la bondad con la que nos dirigimos a los demás en verdad generan olas que llevan consigo disonancia o armonía, a veces son tan fuertes que sólo se disuelven en las playas serenas del final del tiempo.
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